Mamá dice que no, pero los fantasmas están por todas partes: debajo de la cama, detrás del escaparate, entre las paredes y hasta en las cazuelas. Los ruidos se hacen sentir con el alboroto de mamá y papá siempre que llegan del trabajo —mis padres nunca recuerdan que estoy en casa— y forman un des-concierto a prueba de la mejor percusión. De eso se alimentan los fantasmas. Sin embargo, aunque mamá nunca lo supo, puedo asegurar que nada los atemorizaba más que la escoba de ella, porque cuando la sacaba, así de repente, nuestra casa quedaba en silencio… hasta el día en que se la tiró a papá. Él llegó sin camisa, las botas enfangadas, y borracho que metía miedo. A pesar de todo, atrapó la escoba en el aire y comenzó a barrer las figuras de porcelana de la repisa. Mamá se puso como loca, llenó la casa de gritos. Yo salí disparado para el cuarto y me tapé la cabeza con la almohada, pensando que así los fantasmas ya no entrarían.
Número de páginas | 76 |
ISBN | 9788417104078 |
Tamaño | 150x210 cm |